Uno de los cambios más dramáticos en la evolución del hombre moderno fue el paso de una alimentación basada en el carroñeo, caza y recolección a una basada en la agricultura y la ganadería. Si bien es cierto que esta transición permitió la aparición de la civilización moderna, veremos cómo también tuvo un impacto considerable en la salud del ser humano.
Ahora bien, hay quienes usan este hecho, para argumentar que realmente, nuestro organismo no está adaptado a comer productos derivados de la agricultura (principalmente trigo o maíz) o la ganadería (principalmente leche y derivados). Como veremos, y algunas alergias pueden ser buenas pruebas evolutivas, hay algo de verdad en ello. No obstante, este razonamiento tiene una laguna importante. Asume que el ser humano no fue capaz de evolucionar una vez descubierta la agricultura hace unos 10000 años. Como veremos estamos en plena evolución, y las intolerancias y alergias alimentarias, bien pueden ser una prueba de este proceso selectivo.
El impacto de la agricultura en la salud
El registro fósil da la razón a quienes argumentan que las primeras poblaciones humanas que basaron su alimentación en los “recién” descubiertos cereales, sufrían de graves problemas de salud. Es así, de hecho las poblaciones de aquellos primeros humanos que fueron agricultores, muestran señales evidentes de un peor estado de salud comparados a sus homólogos no agricultores. Las señales eran una peor densidad ósea, una menor estatura, y una esperanza de vida mejor.
Hay que tener en cuenta, que la esperanza de vida por aquel entonces era muy baja en ambos grupos, pero principalmente porque cualquier herida abierta o la exposición a otros depredadores, hacía estragos en la esperanza de vida. Descontado esto, parece que los agricultores lo pasaron peor.
Sin embargo, los agricultores fueron ganando terreno a los cazadores-recolectores en todo el mundo. Principalmente, porque pudieron aparecer grupos de individuos especializados, artitas, arquitectos y por supuesto, soldados, que podían liberarse de cosechar o cazar para profesionalizarse.
Pero puede que los problemas nos hayan acompañado hasta hoy mismo.
El glúten y la lactosa
Hay dos elementos que siempre aparecen en muchas intolerancias alimentarias son el glúten y la lactosa. No voy a entrar en detalles bioquímicos sobre ellos sino más bien en una perspectiva evolutiva.
Por un lado, hay que tener en cuenta que la semilla del trigo, no está “diseñada” para ser comida, sino para ser dispersada por el viento. De hecho, si es comida, se destruye, con lo cual dejaría de cumplir su función. Por ese motivo, además de compuestos nutritivos, también tiene mecanismos para “sentar mal” cuando se come. Este es el lenguaje que muchas plantas usan para defenderse. Es posible que los primeros agricultores no tuvieran unas digestiones muy buenas.
Por otro lado tenemos la lactosa. En este caso, no es que la leche esté seleccionada para sentar mal, todo lo contrario. Pero sí que lo está, para ser consumida en un periodo muy concreto de tiempo. Cuando se empezaron a domesticar animales y a ordeñar leche, a más de uno le tuvo que resultar complicado. A muchos todavía les sigue pasando.
Como veremos (de otra forma no estaríamos aquí) el ser humano se adaptó a estos nuevos alimentos.
Seguimos evolucionando
¿Cómo es posible que si estas comidas no eran óptimas, sean ahora la base de la alimentación mundial? Pues porque seguimos evolucionando. No solo eso, sino que durante los últimos 10000 años lo hemos hecho comparativamente, mucho más rápido como especie de lo que lo hemos hecho antes.
Cuando pensamos en evolución pensamos en mutaciones, pero realmente hay muchas más formas de hacerlo. Una de ellas es la presión selectiva. Por ejemplo, cuando empezamos a cultivar trigo, es muy probable que muchos murieran en el proceso, incapaces de adaptarse al nuevo alimento. De esta forma, solo aquellos que fueron tolerando el glúten o pudieron lidiar con compuestos tóxicos similares, sobrevivieron. Otra forma de evolucionar es alterar los ritmos. En este caso el ritmo que se alteró fue el de el tiempo necesario para tolerar la leche. Aquellos que fueron capaces de alargar su tolerancia en el tiempo de la leche, vivieron más y se reprodujeron más.
Por supuesto, este proceso fue en un principio traumático, como muestra el registro fósil, pero como especie en conjunto fue tremendamente exitoso, hasta el punto de que somos más de 7000 millones comiendo hoy en día. Por otro lado, tampoco fue totalmente excluyente, muchos con intolerancias también sobrevivieron (y sobreviven afortunadamente) por muchos otros motivos.
Una teoría “arriesgada” para llevar
Bien podría ser que algunas de las intolerancias alimentarias actuales (celiaquía o lactosa) fueran hubieran llegado a nuestros días como restos de aquellos primeros humanos, que no se pudieron adaptar a la agricultura. Por ejemplo, sería plausible que si nuestros ancestros vienen de zonas donde la agricultura llegó más tarde, tuviéramos más probabilidades de presentar alguna de estas alergias o intolerancias.
Por ejemplo, si esto es así, es de suponer que las poblaciones que estuvieron expuestas al trigo más tarde, presentaran unas mayores proporciones de celiacos. Una búsqueda superficial no me ha permitido comprobarlo, pero si encontráis algo, por favor, ponerlo en los comentarios. También es posible que dada la mezcla actual, haga imposible distinguir entre las diversas poblaciones.
Imagen | Por luvi, Por Stuck in Customs
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